Al faltar conceptos alternativos y proyecciones sociales diferentes, los movimientos sociales tienden a ser brotes de inconformidad relativamente pasajeros.
Urge construir conceptos y formas de organización productiva que contribuyan a dar cauces alternativos al desarrollo social y ayuden al alumbramiento de una nueva forma de vida social: la “Sociedad del afecto”1. El camino hacia un mundo superior al actual debe pasar por la intensificación de la vida afectiva en las parejas, entre los padres y los hijos; por el desarrollo de amistades profundas y estables; por la integración emocional de los equipos de trabajo; por el vínculo emocional dentro de las instituciones, en cada comunidad o región, por afinidades diversas, país por país, entre países afines y disímbolos, en la humanidad toda.
Los vínculos afectivos son el único antídoto real para el abuso y la corrupción; conforme se intensifica la vida afectiva genera confianza, seguridad, serenidad y entusiasmo para impulsar y compartir proyectos. Las organizaciones políticas podrían poner en primer plano de su actividad la construcción de organizaciones propositivas y realizadoras de posibilidades; es necesario tomar la iniciativa y que los conservadores sean los opositores a la gestación de la nueva sociedad que surge paulatinamente aquí, allá, en todas partes.
Las relaciones afectivas constituyen el verdadero poder y el eje de los procesos económicos. El reto es combinar organización y afectividad. El poder en esencia significa “poder hacer”. El poder efectivo de una persona o de un grupo debe medirse por su capacidad de convocatoria y de organizar los variados intereses y esfuerzos de los convocados.