En descargo de culpa, podemos decir los mexicanos que, ese tolerado, pero detestado término de “la primera dama”, no lo inventamos nosotros, sino Zachary Taylor, ex presidente de los Estados Unidos, en el funeral de su esposa Dolley Madison en 1849, reconociendo en ella sus cualidades de amante esposa.
Tal término si lo aceptaron con beneplácito, quienes han ocupado la presidencia de México y, más aún, sus respectivas esposas, que aun cuando no es un cargo de elección popular, ellas han asumido el papel de acompañante oficial del presidente en turno a eventos nacionales e internacionales; pero por mutua conveniencia y, en virtud de que nadie ha interpuesto demanda alguna ante la todas intervención e injerencia de las esposas, a todas luces vistas, en asuntos que no son de sus competencia, al grado de que han llegado a ser vistas como el personaje más importante, después del presidente, en ocasiones incluso por sobre de él.
Ha venido siendo práctica recurrente, el acudir ante la “primera dama”, cuando de conseguir la aprobación para la realización de algún proyecto, plan de trabajo, contratación que reditué grandes ganancias o para agilizar algún trámite, sea éste cual sea; su opinión llega a tener un peso insospechado cuando de colocar en puestos de representación popular (Diputados y Senadores), como de nombramientos de alto rango (Embajadores, Ministros, Secretarios de Estado), pasando por Jueces, Directores de oficinas, etc., y claro, esos son favores que tiene costo y las “damas” los cobran, a corto, mediano, o largo plazo, pero los cobran.
La cercanía con el hombre que detenta el poder, tanto político como económico, a las esposas, “primeras damas” les reditúa grandes ganancias, y llegan a amasar enormes fortunas, pero sobre quien está puesto el foco de atención, quien carga generalmente con el adjetivo de corrupto es el presidente, en tanto ellas, tras su esposo, se van enamorando del poder y el disfrute de sus delicias.
Aquí en México, aquella frase de que: “detrás de cada gran hombre, está una gran mujer”, pierde sentido, porque, como presidentes hemos tenido personas que carecen de toda cualidad para ese cargo, lo mismo que las esposas que han subido con ellos al poder, y que lo único que han hecho es disfrutar de esa posición privilegiada y derrochan, sin tener conciencia plena de donde salen todos esos millones que malgastan en satisfacer sus vanidades superfluas, las de sus familias y allegadas amistades.
La creación del llamado Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), en la década de los setenta, fue una especie de caja chica que los presidentes pusieron a disposición de sus esposas, fin de mantenerlas ocupadas y con un presupuesto millonario, para que lo aplicaran según su gusto, sin vigilancia ni auditorias de ninguna naturaleza y, con un personal que incluye desde secretarias, choferes, guardaespaldas, secretario de prensa y hasta un Jefe de Estado Mayor y todo el personal que consideren conveniente contratar para el desarrollo de sus programas de “asistencia social”.
Cabe destacar que de todas las esposas de presidentes de México, solo una se negó a aceptar que se le llamara “primera dama”, la señora María Esther Zuno de Echeverría, pidiendo ser llamada “compañera” o por su nombre, demostrando su sencillez con su vestir, su compromiso de trabajo social y su comportamiento carente de ambiciones políticas y de protagonismo.
Entre las esposas de presidentes que demostraron su carencia de sensibilidad hacia un pueblo en el que los índices de pobreza cada vez han ido en aumento, destaca quien fuera esposa de José López Portillo, Carmen Romano Nolk, quien deseaba ser reconocida como una gran concertista y, en sus viaje, se hacía acompañar por su gran piano de cola, gastando millonadas en la adquisición de cuanto piano se le ofreciera en vena; Martha Sahagún de Fox, quien por sus actos de corrupción y la de sus hijos, apellidados Bibriescas, se vio involucrada en actos de corrupción, y aun, cuando en 2006 fue denunciada por tráfico de influencias, en la Cámara de Diputados se dijo que: “efectivamente, sí hubo actos de tráfico de influencia pero, que no habría denuncias penales”, Con todo y los negativos señalamiento sobre su persona, sus derroches y autoritarismo, Martha Sahagún, buscó infructuosamente ser Presidente de México, con la absurda complacencia de su esposo Vicente Fox.
Por su parte Margarita Zavala de Calderón, esposa y cómplice de quien llegara a la presidencia mediante un fraude y, que al ser cuestionado por ello su respuesta fue: “yo gané, haiga sido como haiga sido”, que durante todo ese sexenio de su esposo, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, se elevaron la cifras de muertos y desaparecidos; mantuvo altos índices de corrupción y emprendió una infructuosa “guerra contra el narcotráfico”, que dejó devastada a la Nación, no así al narcotráfico, hoy se prepara con la anuencia y complacencia del ex presidente Calderón a ser candidata en busca de la presidencia de México.
Los mexicanos, solo esperamos que la hoy “primera dama”, Angélica Rivera, que rebasa a todas en lo que a derroche se refiere, en cuanto a insultos a la ciudadanía expresados y con todo y su desprestigio, no quiera ser Presidente de los Mexicanos y que haga lo que a su apodo de “gaviota” corresponde… se vaya a volar.
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