“¡José Luis!”, gritó desde el fondo del pasillo que da a la sala de su casa, en la colonia del Valle, en el DF. Luzma (Longoria), su esposa, volteó a mirarme asombrada. “¡Te reconoció!”, me dijo asombrada. Minutos antes, de este jueves, 18 de noviembre del 2010, a mediodía, yo había arribado a la cita para ir a saludar a don Pepe Álvarez Icaza. Cada año acostumbro ir a saludar al matrimonio cuya amistad hemos cultivado durante treinta años. Por diversos motivos, en esta ocasión no había podido acudir.
Y es que momentos antes, mientras la enfermera de don Pepe, lo traía a mi presencia, Luzma me comentaba que a ella le apenaba que su esposo ya no reconocía a nadie. El alzheimer devoraba sus células cerebrales desde hacia varios años. Sostener una conversación con él, era muy difícil. Pero la amistad seguía.
Con don Pepe recorrí el país cuando ambos éramos integrantes del Comité Nacional del PMT. Y luego desde el PMS. Me fue bien con él pues siempre nos hospedábamos, cómodamente, en casas parroquiales. Nunca perdió su relación con todo tipo de sacerdotes.
En fin, hoy viernes 26 de noviembre, me entero de la mala noticia: Don Pepe ha fallecido. Mi consuelo es que, de alga manera, el jueves pasado fui a “despedirme” de él. Ho lo velan en su CENCOS, su criatura, su creación y también mío pues ahí
despeché un buen tiempo gracias a la generosidad de don Pepe.
Yo al menos, lo recordaré por su amabilidad, su solidaridad, su amistad, su buen humor, sus enseñanzas, su generosidad. Soy afortunado, conocí a don Pepe, uno de los grandes de este país. Descanse en paz. Al cabo mientras vivamos él vivirá con nosotros. Si hoy lo viera le diría, hasta luego don Pepe.
A Luís Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, por llegar a sus primeros 67, luego de sobrevivir dos simulacros, uno de fusilamiento y uno de castración, a manos del ejército, por lo de 1968, y a tres infartos.
En el jardín del Centro Nacional de Comunicación Social (CENCOS) – en la calle de Medellín 33, colonia Roma, en el DF -, el mismo que antes fue un auditorio en el que don Pepe Álvarez Icaza tantas veces organizó reuniones de solidaridad, ahora yacía tendido en su féretro, rodeado de familiares y de decenas de amistades religiosas y laicas.
Eran las doce del día del viernes 26 de noviembre del 2010. Por la mañana él había muerto de un paro cardiorrespiratorio. Dentro de 4 meses él hubiera cumplido 90 años de edad.