Al enterarme de tal privilegio, raudo y veloz me apersoné en el lugar del evento, el Centro de Negocios de la CANACO, sitio no apto para pobres, en el mero centro de la ex Ciudad de los Palacios, hoy renegridos por tanto smog.
La cita para recoger el gafete, era a las 10 de la mañana. Mucha gente deambulaba por los cinco pisos del lujoso inmueble. En PB, resaltaba el salón principal preparado para lujoso banquete. No es cierto, era para que comieran los delegados al Congreso.
Un ejército de jóvenes uniformados con su respectiva playera, cuidaba el ingreso de todos, especialmente, de los que no íbamos de riguroso traje, y nos miraban de reojo, tal vez para constatar que no lleváramos granadas.
A un lado del salón del banquete, operadores en diez mesas, esperaban para registrar a quien sabe quién, pues solo en una apuntaban a los “invitados, para completar la lista y en su momento hacerle su gafete”.
Salgo otra vez. Aparece una camioneta nueva con cristales polarizados. Luego un vehículo del año. Allá está otro, también de modelo reciente. Hay más, todos lujosos. Alguien me explica: Ese es del Diputado tal. El otro es del Senador de tal Estado. El más lujoso es el del Presidente del Partido en tal lugar. Más allá noto que llega otro alto dirigente del PRD. ¿Por qué lo acompañan tantos ayudantes, son su corte o se trata de sus guaruras? Allá está entrando otro. El mismo estilo laigh. Nadie se puede arrimar. Éste también está muy pasado de peso. ¿Qué les pasó?
Vuelvo a entrar. Me saludan, por aquí y por allá. Los de mi generación – no digo nombres, pues todos son muy conocidos y se dice el pecado no el pecador – están muy envejecidos. Parecen estar de malas. Y demacrados. Allá veo a dos de mis cuatachos. Son los meros meros de sus respectivos grupos políticos. Uno está muy trajeado, el otro ya casi no tiene pelo y parece sacerdote. Ambos provienen de una izquierda muy vieja. Uno se decía socialista y el otro revolucionario. Voy a saludarlos, parecen platicar, pero no. Discuten. Manotean. Parece que se van a golpear. Uno de ellos grita al otro: “¡Voy a ser el Presidente, aunque haya a quien no le guste!”. El otro responde también a gritos: “¡No lo vamos a permitir!”. Mejor me alejo, no vayan a creer que soy el réferi.
Subo al cuarto piso. En hilera aparecen, en un extremo del salón, 34 computadoras último modelo. Todas con su respectivo operador u operadora. Pero no funcionan. Me dicen que esperan instrucciones para trabajar. ¡Qué dispendio.
Noto por todo el aforo, pegado ó colgado está el cartel del evento. Dos manos enlazadas, como agarrando un palo de una bandera azul ¿Por qué azul? En los Congresos anteriores la bandera era amarilla. Alguien me dice que no es la bandera del Parido sino el lábaro patrio. Pero éste usa el verde, no el azul. En fin.
Son las 14 horas del sábado. Por las bocinas escuchamos, con acento yucateco: “Compañeros, en unos cuantos minutos, dará inicio la sesión…”. Todos se empiezan a juntar en el cuarto piso. Cada cinco minutos, se escucha el mismo anuncio.
Sigo saludando al que me saluda. Uno me muestra un listado de nombres. Dice que son los próximos diputados, que se está negociando. Que ya casi está. No le creo. “¿A poco ya salió la convocatoria?” pregunto ingenuo. “Esa es la pura formalidad”, me informa como si nada. “Oye, insisto con mi ingenuidad, ¿y el Congreso cuándo discute?”. “¡Qué preguntas!, me dice extrañado, ya se está discutiendo, para eso son las cabezas de los grupos. El Congreso solo es el requisito”. ¡Ah!, creo me deja con la boca abierta.
Cada vez hay más gente que entra, sale, sube, baja por las escalinatas eléctricas del inmueble. Otra compañera me saluda. “¿De qué
corriente eres?”, pregunta. “De ninguna, yo soy fino”, respondo con seriedad para que me crea. Ella y sus acompañantes sueltan la carcajada. Noto que ella tiene el gafete número 4300. ¿A pocos tantos caben aquí? Bueno, si mis cuates perredistas dicen que AMLO logra llevar un millón de personas al zócalo capitalino, pues quién sabe cómo hacen sus cuentas. (Aquí entre nos, todos saben que en el zócalo caben apretados 80 mil personas).
Después, durante las votaciones de este Congreso, no votan más de 1400 personas. Hubo incluso una votación en la que votaron 450. ¿En dónde quedaron los demás?
Por fin, a las 14:45 horas, otra voz pero ahora con acento sinaloense y con un estilo como de guerrillero de la Sierra de Santa Catarina, anuncia los temas a tratar: Hablará el Presidente del PRD, los Gobernadores, se aprobarán dos resoluciones, sobre los granadazos en Morelia y sobre la educación y…
Toma la palabra el Presidente del PRD. Yo lo conocí hace tiempo. Pero éste más bien parece el papá de aquel. ¿Tanto tiempo ha pasado?
No puedo contarles el contenido de su discurso. No se escuchaba, ni se entendía, pues una parte de los congresistas, una tercer parte o más, gritaba consignas, insultos, calificativos, conjuros, maldiciones, y los gritos de respuesta, impedía escuchar una sola de sus frases. Apenas se alcanzó a entender algo así como: “Yo soy el Presidente del PRD y estoy orgulloso de serlo. Este no es el Partido de un solo hombre y…
Los congresistas no dejan de gritar. “¿Qué gritan?” Pregunto a una compañera que a mi izquierda se desgañita. No le entiendo. Opta por escribir en un papel, lo que grita. Lo leo: “¡Es un horror, estar con Obrador!”. Otra mujercita, que a mi derecha parecía gritar lo mismo, arrebata el papel y escribe, sin dejar de gritar pero ahora como escupiendo sus palabras en el rostro de la otra persona. Y me muestra: “¡es un honor, estar con Obrador!”. ¡Ah que don Peje, siempre tan polémico!, digo para mis adentros.
Por la manera en que lo trató una buena parte del Congreso, al buen Acosta Naranjo, parece haberle quedado muy grande el presidencialismo perredista.
He decirles, mis estimados lectores y lectoras, que solo hubo un minuto de tolerancia mutua, y esto fue cuando se pidió un minuto de silencio por los muertos de Morelia. El resto del evento, más que un Congreso en el que se discuten ideas y propuestas, parecía un intermitente mitin, en el que cada orador le hablaba a su público, para ser abucheado por el público contrario.¡Sí, hoy en el PRD, se llevan muy pesado!
Las resoluciones son conocidas. En una se llama a un Pacto Nacional contra el crimen organizado (¿otro?). Otra llama a movilizarse contra “la reforma privatizadora de PEMEX”
(¿cuál?, la del FAP también es privatizadora) Otra es en contra de la Alianza por la Calidad de la Educación (prefieren la cantidad) Otro acuerdo fue formar una Comisión Plural para procesar la elección de las candidatos a puestos de representación popular. (el petit comité) Se le da autonomía al Órgano Electoral (para qué si la que va a decidir es la Comisión Plural). Se aprobó nuevo Reglamento de Congresos y una nueva estructura (más pesada por burocrática) de dirección del Partido. Se agranda la Comisión de Garantías. Se forma una Comisión de Disciplina Interna para resolver ¡en 100 días mas! el cochinero de marzo pasado. Se forma una Comisión Ética para resolver “el gran problema que tiene el PRD”. Además, se pospuso, para la segunda parte de este onceavo Congreso Nacional, el 11 de octubre próximo, la discusión de dos propuestas y dos pendientes: aumentar o no, de 10 al 25 por ciento, las cuotas que servidores públicos pagan al Partido; y tomar medidas para trasparentar el uso que el PRD hace de los recursos públicos. También se elegirá a los integrantes de los nuevos órganos de dirección y de la Secretaria de jóvenes. Por último se aprobó que el PRD podrá aliarse con el PAN y con el PRI, según convenga en los Estados… De la peor crisis financiera de Estados Unidos, que puede ser del mundo entero, nada se dijo. Del cambio climático, mal mundial, igual nada se dijo. Alguna propuesta concreta para acabar con la inseguridad pública nacional, no la hubo. Alguna sugerencia para lograr que los gobiernos del PRD acaben con la corrupción y con la ineficiencia, tampoco se dijo. Alguna idea para evitar que el PRD siga cayendo en las encuestas rumbo al 2009, no se enunció. De los problemas concretos que la población campesina u obrera, padece, no se habló.
Por cierto, por el Congreso deambulaban, de un lado para otro, buscando quién las escuchara e hiciera eco de su problema, unas señoras del municipio de Tala, Jalisco. Decían que en su tierra no las dejan elaborar ni vender tortillas por órdenes estrictas del Ayuntamiento perredista. Y si lo hacen, los policías les quitan su producto.
Me compadecí de ellas. Y de mí, pues recordé el caso de otro de mis cuates, Rosalío Hernández Beltrán, asesor de trabajadores. Resulta que tiene orden de aprehensión a cargo de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Chiapas. La historia en breve es la siguiente. Trabajadores asesorados por Rosalío, pararon labores en protesta porque sus dirigentes fueron despedidos de la empresa Agroimsa de Mapastepec S.A. de C. V. El patrón, el ingeniero Moret, presentó entonces una denuncia ante la Procuraduría por despojo, algo totalmente irregular. Y detuvieron a dos trabajadores. Fue entonces cuando Rosalío intervino enviado a su asistente, Ángel Torres Mendoza, a preguntar ante el MP de la zona, cómo estaba el caso de los detenidos. La respuesta fue inmediata, irregular, injusta y violatoria de sus derechos humanos, pues ángel fue detenido y consignado. Hoy está preso en el Penal de Acapetahua. Dado que intervino el párroco de la región, a nombre del Centro de Defensa de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, el patrón accedi&
oacute; a correr indemnizando a los trabajadores y a retirar la acusación en contra de los detenidos, excepto Ángel. Rosalío, espera la intervención el Gobernador, porque es del PRD. Pero resulta que el asunto ha sido dirigido a distancia por gente muy cercana al funcionario. Y como en el PRD no se ocupan de esos asuntos pues… .
Salí del edifico todo mareado. En la calle, la nostalgia se apodera de todos por todo lo que se vende en diversos puestos: camisas del Che, de Zapata, de Villa, de Fidel, discos con canciones de José de Molina, de Judith Reyes, de Amparo Ochoa, de Eugenia León cantando La Paloma, canción favorita de la Emperatriz Carlota. .
Me retiré del Onceavo Congreso Nacional del PRD, con nostalgia, recordando un texto que, me aclara mi cuatacha doña Jacinta Manuel, es de don José Emilio Pacheco. Inspirado póngolo a su consideración.
“Contra lo que luchamos:
Guitarra en mano, tatuados los brazos, semidesnudo, el joven nacido en los ochentas, con sueños de los sesentas, grita una canción de protesta a los bebedores de café. En la mesa de los cincuenteros, tal como serpentina la frase de Pacheco: “somos contra lo que luchamos hace veinte años, generosos los vientres, disimuladas las canas, abundantes los lentes, exitosas las carreras burocráticas y empresariales, encarnan a los hombres contra los que marcharon y cantaron en su juventud. Regalan un billete al joven que concentra el aroma del circo Atayde, con el que ha lastimado su olfato y perturbado sus conciencias. Las alivian recordando y tarareado las canciones del ayer. Casi idénticos a los de la mesa de al lado, no son iguales; éstos soñaron con cambiar el mundo, aquellos con repetirlo”
México D. F. a 24 de septiembre del 2008.