Seguimos a los que se dirigían hacia la Alameda. En el Hemiciclo se realizó un mitin en el que se denuncio de represión de la policía en diversos planteles, escuchamos a una madre acusando, que en uno de esos choques su hijo había sido asesinado por la policía y llamaba al Presidente Díaz Ordaz, chacal asesino, exigía justicia y castigo; convocaba a marchar a los Pinos.
Terminó el mitin y pidieron que nos retiramos en grupos, caminamos sobre avenida Niño Perdido, hoy Eje Central, nos encontramos con otros que venían corriendo del zócalo, los habían desalojado con violencia, agitados y asustados, algunos sangraban de brazos o piernas; los soldados los habían dispersado a punta de bayoneta. Sus compañeros les llevan cargados en brazos, y en improvisadas camillas. El gobierno decía que no había heridos, que estaba dispersando las protestas pacíficamente.
De nuevo se formó un contingente y alguien sugirió marchar hacia Televicentro, hoy Televisa, con la intención ingenua de exigir que se transmitiera la imagen de los lesionados y poder hablar ante las cámaras para enviar un mensaje a la sociedad, al llegar al lugar se pidió acceso a las instalaciones, un directivo de la empresa, al que le faltaba una oreja recibió a una comisión incluyendo a los agredidos.
A los pocos minutos llegaron los granaderos y colocaron una valla al frente de las instalaciones, protegiendo con escudos y toletes a la televisora, los muchachos se quedaron adentro y nunca se transmitió ninguna imagen o mensaje.
Pasado un tiempo de espera y viendo que llegaban más granaderos, los dirigentes llamaron a marchar hacia en la vocacional número cinco, ubicada en la ciudadela, para impedir otra agresión, reorganizar y ver como rescatar a los compañeros que habían sido entregados a la televisora.. En el camino piedra y palo en mano, encontramos un tranvía que fue detenido por una brigada, bajaron el pasaje y acto seguido, lanzaron sobre el mismo varias bombas molotov.
Había ya un gran incendio, cuando llegaron a paso veloz los granaderos y empezaron a perseguir a todos, corrimos y corrimos, Alfredo y yo, nos metimos en una vecindad cerca de Garibaldi, donde la gente nos protegió, nos dieron café y pan, pidieron tuviésemos cuidado y nos dieron la bendición.
Sentía coraje de ver las demostraciones de fuerza excesiva y abusos de policías y soldados contra los universitarios, que eran perseguidos y reprimidos con saña, me sume a las manifestaciones, me sorprendía su valor y audacia, la alegría de las mujeres y jóvenes burlándose del gobierno, y de los poderosos, gritaban consignas, cantaban, bailaban, peleaban.
En San Idelfonso vivía un compañero de la escuela al que fui a visitar y vimos cuando los granaderos perseguían a un grupo de estudiantes que se encerraron en la escuela preparatoria. Desde la azotea lanzaban a la policía todo tipo de objetos, piedras, ladrillos, botellas, pupitres y todo cuanto podían.
Desde el edificio de enfrente al que llegué, veíamos agazapados a los granaderos lanzando gases, empujaban la puerta de madera sólida y gruesa como de iglesia antigua pero no cedía.
La mamá de Javier al que visitaba y que estaba con nosotros o nosotros con ella, fue al departamento y sacó sábanas, trapos, cubetas llenas de agua, y desde la azotea empezó a aventarlos para que los estudiantes se limpiaran la cara y los ojos de los gases lacrimógenos, que provocaban un fuerte ardor.
En eso corrieron los granaderos para situarse al frente de la puerta y dispararon una bazuca: la explosión rompió e incendio la puerta, los policías entraron a tropel. Quedamos atónitos, asustados, la señora al ver mayor el peligro de inmediato nos condujo al departamento nos metió a una habitación y nos advirtió que no saliéramos por ningún motivo, nosotros estábamos temblando de miedo.
Pasó la noche en medio del ulular de sirenas, el marchar de los soldados, el motor de vehículos; por la mañana la
zona estaba tomada por los soldados, salimos con la Sra. caminamos por la avenida Argentina cruzando retenes rumbo a la calle de Guatemala en el camino vimos que dos armerías habían sido abiertas y saqueadas: por todos lados había policías y militares era prácticamente un Estado de sitio.
Cientos de mexicanos fueron masacrados por el gobierno en 1968. Hoy 45 años después encontramos en las calles protestando al movimiento magisterial y a miles de estudiantes y trabajadores que les apoyan.
El PRI ha regresado a la presidencia de la República después de doce años de fracasados gobiernos panistas (2000–2012), que resultaron más de lo mismo, y que sumados a los gobiernos del pri contabilizan para los mexicanos 82 años de “dictadura perfecta”.
Con Peña Nieto tienen continuidad los mismos intereses de la oligarquía, de los grupos de poder fáctico y formal, que pretenden prolongar, mantener y aumentar sus privilegios; entregando las riquezas de la Nación a los extranjeros; son ellos quienes claman como ayer, reprimir las manifestaciones de protesta.
Este miércoles se realizará una de las manifestaciones más grandes de los últimos años y será el mejor homenaje que podemos rendir a quienes dieron su vida por conseguir mayores libertades democráticas, abrieron caminos para la libertad de expresión, de manifestación y de. actuación política.
Ahora vivimos peligrosos momentos de regresión, más aún cuando parece que el alma en pena de Díaz Ordaz, ronda en los Pinos, ojalá y no se les ocurra bajo algún pretexto mandar al ejercito o a las policías a reprimir a los manifestantes. ¡Dos de octubre, no se olvida!