Nos encontramos a mitad del quinto año de uno de los sexenios más sangrientos que hemos padecido los mexicanos. Son tantos los agravios sufridos por la ciudadanía que ha rebasado con mucho, los límites de la tolerancia; son tantas las pérdidas sufridas por miles de familias en su integridad, en su organización, es tal la situación de podredumbre y de inseguridad que hoy se respira que a los padres, las salidas de nuestros hijos, al trabajo, a la escuela a un centro de diversión, nos deja con una gran inquietud, ante el temor de que ya no los volvamos a ver, o nos sean entregados en una de esas bolsas negras fatídicas, golpeados, torturados, mutilados.
Sabemos que en muchos de los secuestros están implicados policías de las diversas corporaciones, miembros del ejército, que han hecho de esa deleznable acción todo un negocio; han sumido a muchos pequeños y medianos empresarios en la bancarrota, al verse esos obligados so pena de muerte a pagar “tributo” a delincuentes, quienes con un cinismo desquiciado llegan ante un pobre comerciante y le dice: “o pagas por seguridad, o te vas a arrepentir”. Ahí no hay disyuntiva, no hay elección, pues comprobado ha quedado que quienes se han negado a ser parte de esa nefasta práctica de extorsión, les queman, les roban o destruyen sus negocios, cuando no son “levantados”, secuestrados o asesinados, para dar un ejemplo al resto de comerciantes y en el futuro “cooperen”, con esas organizaciones delictivas, bajo el amparo de las autoridades policiacas.