
Dice el adagio popular que: “el pez por su boca muere”; como es de interés nacional, lo que dice el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), en sus conferencias mañaneras, es de la incumbencia de los mexicanos; no todos, hay que decirlo, tienen la oportunidad de escucharlo, porque la gente trabaja, muchos no tienen, el tiempo ni los aparatos de televisión para sentarse dos horas a escuchar, no las respuestas que da a las preguntas que le formulan los periodistas, que diariamente hacen acto de presencia, porque es ya costumbre que se desvié del tema sobre el que se le cuestiona y, como se dice aquí en México: “agarra monte”.
Comentaba AMLO, el jueves 1°, de éste mes de agosto, del año en curso, sin pregunta de por medio que, había tenido una comida y amable conversación, con diez empresarios y dio sus nombres, uno a uno; para sorpresa de muchos y estupefacción de otros tantos, pues todos ellos forman parte de la mal llamada, “clase alta”, de la sociedad mexicana y a quienes el mismo AMLO bautizó, con el denostado nombre de, “la mafia del poder”, quienes además, han sido beneficiados por regímenes anteriores, sobre todo con aquel “rescate” al que dieron en llamar: Fondo Bancario de Protección al Ahorro (FOBAPROA), y que siendo una deuda privada, de cada uno de esos empresarios millonarios despilfarradores y corruptos, la convirtieron en la cámara de diputados, en deuda pública, y al día de hoy, y los que años de varias generaciones que nos precederán, seguirán pagando.
Cosas que no esperábamos los mexicanos están sucediendo, porque al decir del mismo presidente: “no somos los mismos”, pero citándolo: “la forma es fondo”.
A muchas de las preguntas de los periodistas seleccionados por el presidente, aun cuando presentan datos y cifras, de hechos, la respuesta viene siendo: “yo tengo otros datos”, y, al aclararle que son datos oficiales de personal de su gabinete, sin demostrar preocupación alguna insiste en su postura diciendo: “mi percepción es otra”, o “son formas diferentes de ver las cosas”.
Como AMLO mismo lo ha dicho en reiteradas ocasiones: “el pueblo no es tonto, tonto es el que cree que el pueblo es tonto”, y ese pueblo al que se refiere va entendiendo, que no hay reciprocidad en el respeto que se le otorga.
Ha sido motivo de preocupación, de disgusto y, del despertar de la desconfianza ante situaciones, que personas cercanas a él, que con total impunidad realizan actos que demuestran su ambición y falta de compromiso ante este cambio tan esperado por los mexicanos, al que el mismo AMLO denomino: “la Cuarta Transformación”, la permisividad demostrada, al nombrar en Sinaloa al priista, Jesus Estrada Ferreiro, candidato por MORENA, a la presidencia municipal de Culiacán; el caso Bonilla, en Baja California; el de Lomeli, en Jalisco; la designación de Barbosa como candidato a gobernador en Puebla; lo ocurrido en Tabasco, con el gobernador de MORENA, ex priista,Adán Augusto López Hernández, al promover en el Congreso de diputados local, la aprobación de “la ley garrote”, que consiste en prohibir las manifestaciones y marchas de protesta.
El manejo en el Congreso de la Unión y el Senado, para la aprobación de la Guardia Nacional; la estrecha relación que antes no era conocida con, Arturo Farela, ministro del culto religioso evangelista y/o cristianos, a quien ha subido al estrado en un mitin realizado en Tijuana y quien se ufana de tener una gran amistad con el señor presidente.
Hoy, este ministro promueve, la reforma al artículo 130 constitucional, a fin de que los ministros, pastores, y demás jerarcas de los cultos religiosos, tengan derecho a ocupar cargos de representación popular (diputados y senadores, y otros cargos institucionales en gobierno), utilizando frases recurrentes en el lenguaje utilizado, por el mismo presidente de la República.
Nada criticable la religión que profese cualquier persona, incluyendo al presidente de la República, pero si es muy cuestionable, que soterradamente utilice las conferencias de prensa mañaneras, para catequizar a un pueblo, cuyo estado laico, fue una conquista de, a quien dice admirar tanto, Don Benito Juárez y, su retórica cotidiana este induciendo a la división de los ciudadanos, al denostar y criticar a periodistas por no decir: “sí señor, lo que usted diga”.
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