Tenía una mente creativa e innovadora, como funcionario estaba al tanto del más mínimo detalle, era exigente hasta la intolerancia, y en su duro caparazón escondía su bondad e inseguridad.
Hablaba mucho de la muerte decía sentirla familiar, no le temía, pero no la invocaba, al fallecimiento de su padre, decidió no informar a nadie, y prefirió llevar en silencio su pesar.
Le atraían las cosas esotéricas y en una ocasión fuimos con un santero, le dijo que observó sobre su cabeza espadas que como rayos se enterraban en él, lo que significaba que su vida corría peligro. Nada hizo para protegerse. Y dos meses después ocurrió el crimen.
Se le recuerda con cariño.