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La palabra “moderado”, significa en política: “alejado de extremismos”, y aquí, en México, se nos obliga a los ciudadanos a ser “moderados” mediante leyes que regulan nuestro comportamiento para una adecuada y armónica convivencia.
Es de suponerse y entenderse que las leyes se aplican para todos por igual, sin embargo en la práctica no es así, la división de clases existe, lo mismo que los privilegios y diferencias entre los mexicanos, y vemos pues que, en nuestra país hay de “extremos” a “extremos”, según la calificación que se le da por parte de las autoridades a acciones, eventos, hechos, que ocurren en nuestra sociedad.
El pasado día 10 de Junio al realizarse la marcha conmemorativa en la ciudad de México, en recuerdo de la brutal represión que un día como este se llevó a cabo contra estudiantes, fueron reprimidos más de 20 personas, al realizar actos “extremistas”, esto es atacar a policías, romper vidrios en establecimientos comerciales , pintarrajearlos, etc.; cómo ha venido ocurriendo cada año.
Uno se vuelve medio desconfiado del actuar mediático de las autoridades
Si fuera cierto que los secuestradores y asesinos del joven Martí, como dicen las autoridades del DF y las federales parecen avalarlas, están detenidos, habría que recordarles que ese es solamente un caso. Es decir, faltan decenas o cientos de secuestros que deben resolverse de inmediato. Y, sobre todo, evitar que sigan sucediendo.
Porque el clamor ciudadano, aparte de la inmensa manifestación del 30 de agosto pasado en el DF, existente no es para que se resuelva un caso por muy doloroso que éste sea. Existe una exigencia generalizada para que las autoridades todas, se pongan las pilas y ofrezcan resultados inmediatos garantizando seguridad pública para todos. Que no se les olvide.
¿Qué creen, que porque con bombo y platillo, anuncian que ya agarraron al mero jefe de la banda de la flor y a sus secuaces, los ilusos ciudadanos les vamos a aplaudir a rabiar? No, no señores funcionarios. Eso no demuestra que estén funcionando. Su anuncio dice que apenas va uno. Y eso todavía está por verse.
La reforma electoral constitucional y legal de 2007 y 2008 trajo nuevas reglas para la elección de consejeros: renovación escalonada y elección “…previa realización de una amplia consulta a la sociedad…”, según lo estableció el artículo 41, apartado D, fracción V de la Constitución de la República y en el Cofipe, artículo 110, párrafos 2 y 5.
Para cumplir con las disposiciones legales para elegir consejeros electorales se realizó una convocatoria, en la que se inscribieron decenas de ciudadanas y ciudadanos. La Comisión de Gobernación elaboró un dictamen en donde definió 17 finalistas. Después de más de un año la
Junta de Coordinación Política propuso una terna al Pleno que fue rechazada. Después de declarar concluido el proceso, la Junta de Coordinación Política llevó al pleno tres candidatos ajenos al procedimiento constitucional establecido para elegir consejeros electorales, que fueron aprobados. Es conveniente comentar cuatro factores que incidieron en el proceso de designación de los consejeros electorales:
Primero fue en 1975. En plena asamblea ampliada del Comité Nacional, en Bucareli 20, 8º. Piso, en el DF, alguien llegó. Lo supimos porque Heberto Castillo, contra su costumbre y contra todo protocolo, se puso de pie y caminó rápido hacia las parte de atrás del salón. Todos volteamos, siguiendo el recorrido del ingeniero. Saludó
a un hombre alto, muy elegante, que parecía un actor de cine. Díjeme a mi mismo: lo conozco, es el Dr. Luís Villoro, Director del área de Ciencias Sociales y Humanidades, de la UAM‑I. Lo reconocí porque un servidor acudía a clases (Economía) en dicha área.
Luego, en 1976, durante una Asamblea Nacional del mismo PMT, celebrada en uno de los salones más altos de lo que fuera el Hotel de México (hoy WTC), me lo topé. Rondaba por ahí, escuchando, me dijo cuando lo saludé, lo que los delegados a dicho evento, proponían. Le pedí, me ayudara a conformar el Comité de Base del Partido en la UAM‑I. “Usted dígame cuándo y convocamos”, me dijo sin pensarlo. En la fecha pactada, solamente se presentó al salón del edificio H de esa escuela, repleto de estudiantes, profesores y trabajadores administrativos, para saludarnos y se retiró.
Mucho tiempo después, 1994, lo hallé en Chiapas, durante los “Diálogos de San Andrés”. “¡Otra vez nos encontramos!”, dijo y me dio un abrazo. Su labor como parte de la Comisión intermediaria entre la COCOPA y el EZLN, fue fundamental, para los acuerdos subsiguientes. El subcomandante Marcos lo adoptó como su asesor de cabecera.
Nuestro siguiente encuentro, fue en un entorno triste. Fue el 12 de abril de 1997, en Bellas Artes, cuando él fue uno de los oradores en el homenaje a Heberto Castillo, luego de su fallecimiento. “¿Cómo está?, nos volvemos a encontrar”, fueron sus palabras, cálidas.