Ante los acontecimientos tan lamentables y dolorosos, ocurridos en Torreón, Coahuila, el viernes 10 de enero de éste recién año 2020, en el que un niño de 11 años, alumno de un Colegio de nivel primaria, asesinara a su Maestra, a un condiscípulo suyo, hiriera a otro Maestro y a 5 niños más (2 de ellos se debaten entre la vida y la muerte), para luego suicidarse con una de las 2 armas que portaba.
Nuevamente quedamos consternados, tal como ocurrió, con la desaparición de 43 alumnos de la Escuela Normal de Ayotzinapa, Guerrero, a manos de policías y miembros del Ejército Nacional; el asesinato de dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey, abatidos por miembros del Ejército Nacional; la brutal masacre de mujeres y niños de la familia Lebaron, en Sonora; el horrible ataque a una mujer saxofonista, en Veracruz, por parte de un empresario y ex diputado, quien le arrojó ácido en cuerpo y cara, que la han tenido a las puertas de la muerte; el inconcebible e indignante abuso de violación y asesinato de una pequeñita de seis años por parte de un verdadero enfermo mental en Chiapas.
La lista de tantos y tantos asesinatos, violaciones y desapariciones es larga, tan larga, como el dolor que no desaparece entre los familiares, que no encuentran la manera de superar las heridas tan profundas ante tales pérdidas brutales, sobre todo, cuando al transcurrir de los días, siguen y seguimos siendo testigos de que la violencia, antes que disminuir cada vez son más impactantes, que nos dejan a profesionistas y no profesionistas del estudio del comportamiento humano, preguntándonos, ¿qué está ocurriendo para que un niño de 11 años de edad pueda ser capaz de tal acción?, ¿que un hombre viole a una niña de 6 años de edad y que estas acciones se repliquen con mayor frecuencia?
Remontándonos, por información bíblica, desde los inicios de la humanidad la violencia ha tenido presencia, ya que, según información religiosa que se mantiene hasta este día, es que, Caín Mató a su hermano Abel, su hermano y, al no haber armas, lo hizo con una “quijada de burro”.
Pero la tecnología ha avanzado tanto y a grado tal que, la violencia, la vemos diariamente a través de: tables, celulares, juegos de video, como espectadores televisivos, estamos presenciando guerras, en las que se utilizan misiles, bombas atómicas, drones, armas que no hubiéramos imaginado pudieran existir y que matan a miles de niños, ancianos hombres, mujeres, en un segundo y a miles de kilómetros de distancia y, estos mismos países poderosos que las fabrican, provocan las guerras para comercializar sus mortales productos.
Las películas son una verdadera fuente informativa masiva de violencia y de los peores asesinatos, como pues, se puede hablar de que: la responsabilidad de actos como estos, de niños que asesinan y se suicidan, son de estricta responsabilidad de los directivos de los Colegios o Escuelas o de los padres, en el seno familiar.
Sin lugar a dudas, existe responsabilidad de los Maestros de preparar académicamente a sus alumnos y los padres, educar a hijos, mediante comportamientos y conductas de respeto, pero, enfáticamente afirmo que, la responsabilidad recae en las autoridades, por permitir todos esos factores inductores a que la violencia exista, permanezca y se acrecente cada vez más.
La pregunta es ¿cómo luchar contra esa industria armamentista de violencia y muerte?; ¿cómo detener la proliferación de videos en los que se enseña a menores de edad que hay múltiples formas de matar, y todo como si fuera un juego?; ¿cómo llegar al corazón de esas inteligentes mentes de hombres y mujeres, que manejan los avances tecnológicos, disponiendo de miles de millones de dólares en proyectos de muerte, para que estos sean utilizados en beneficio de la humanidad y no de su destrucción?
Los presidentes de cada uno de los países que conforman este mundo, así como la Organización de Estados Unidos (ONU) y otras similares, tienen la palabra; los ciudadanos del mundo, esperamos su respuesta.
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